31 diciembre 1999

Anatomía del Misticismo

Una versión condensada de éste ensayo apareció en la revista "Estudios del Hombre" dl Centro Universitario de ciencias Sociales y Humanidades de a Universidad de Guadalajara. Número 11, año 2000. Una edición de ensayos sobre milenarismo.
El consejo editorial era de gran calibre, éste ensayo era el único que no venía de un catedrático / investigador! Va la versión completa. 21 Páginas.

I

AMENAZA LATENTE

Únicamente cuando los hombres enrollen al cielo como un cuero

habrá un fin a la miseria, a menos que Dios sea conocido antes

(aunque Dios sea conocido antes, según otra traducción)

Svetasvatara Upanish

No es posible comenzar a buscar una solución si no estamos de acuerdo en que hay un problema: Con el cambio de milenio se agudiza una necesidad, un impulso del ser humano que llamaré el afán místico. Toda la realidad a nuestro alrededor es sintomática del desequilibrio provocado por ésa hambre que crece y no se satisface. Y peor aún, del desequilibrio resultante de saciar al afán místico con respuestas falsas, inválidas.

Aunque no creo necesario explicar porqué considero que la humanidad de nuestra era no vive en la utopía, sí quiero remarcar que considero que la falta de respuestas a este afán místico, a esa profunda necesidad espiritual, y peor aún, las respuestas falsas o defectuosas, son lo que nos están alejando de un posible[1] destino sublime para la humanidad. Hay un enorme peligro de encontrar falaces respuestas que degraden y perviertan el alma humana (o la esencia de la humanidad, como prefieran llamarle). Los grandes problemas, económicos, de valores, raciales, nacionalistas, etc. son en realidad extensiones de aquél problema básico. El afán místico no es una enfermedad en sí, pero el automedicarse para solucionarlo puede ser extremadamente peligroso.

La humanidad, como cualquier otra especie, ha seguido las leyes de la evolución. Al igual que las hormigas y otros insectos, podemos considerarnos un organismo único cuyos elementos individuales (hombres) están dispersos. (En nuestro caso tenemos que darnos cuenta que nuestro hormiguero no es nuestro pueblo, nuestra patria, sino todo el planeta). Éste organismo al que pertenecemos tiene células altamente especializadas: universidades, hospitales, centros de investigación científica, cárceles, templos, clínicas psiquiátricas. Parece que la humanidad va descubriendo (o creando) sus patologías, y va creando sus propios anticuerpos. La cuestión es: Si por ejemplo para los desórdenes mentales, físicos y sociales la humanidad va creando sus antídotos, ¿podemos pensar que sucederá lo mismo con el afán místico?. ¿Y por ley de la evolución no tiene que ser cada vez más eficaz la solución encontrada?.

En efecto, de acuerdo con la evolución aquellas especies que sobreviven muestran una adaptación cada vez mejor a su realidad. Los que sobreviven. Desafortunadamente, nadie garantiza que la civilización humana no se dirija rápidamente hacia la extinción (de hecho algunos pronósticos no son muy optimistas). Tal vez seamos un magnífico y frenético intento de raza que intenta trascender, un cohete desbocado que durante unos cuantos miles de años arde furiosamente, y después desaparece tan súbitamente como apareció. No podemos pensar que debemos estar haciendo las cosas bien, porque hasta el momento la especie sobrevive, sería suicida confiarnos a eso.

¿Afectan el afán místico y la validez de sus respuestas a la capacidad de supervivencia del hombre como especie?. Sí: es a la vez lo que nos debe dar la fuerza para llegar, y lo que nos puede desviar del camino o quitarnos la motivación de andar. Además nuestro fin último no es únicamente sobrevivir. La mera existencia física sin un plano trascendente que la justifique le arrebata el sentido de ser a la humanidad. El afán místico puede ser más que una manifestación de las energías, curiosidades y temores humanos: podría ser la clave de nuestra existencia.

Las huellas que la humanidad está dejando en su planeta, en su historia indican que a veces deambulamos sin orden ni coordinación, chocando entre nosotros, tropezando, sin un propósito unificado, muchos caminando por inercia. El afán místico es un motor siempre en marcha, y no nos está llevando en la dirección correcta.

La mera existencia de ese anhelo espiritual, así como puede llevar al hombre muy lejos (hasta su destino por ejemplo), asimismo puede causar graves tragedias, ya que verdadera o falsa, pero demanda una contestación. Hay quien afirma que hay otros caminos más reales para guiar al hombre, y que la religiosidad sólo puede ser patológica. Para evitar dichas “patologías” han intentado convencer al hombre de que el mundo material es el único, promoviendo el ateísmo. Ejemplo claro han sido algunos regímenes comunistas, como la Rusia del siglo XX.

Desde mi punto de vista hacer esto es como solucionar una sequía asegurando que la sed y el agua no existen (lo cual es distinto a persuadir de que el agua no es necesaria y que hay otras alternativas para la sed). Es innegable que la necesidad de creer en lo sobrenatural es real, independientemente de que aquello en lo que se cree exista. (Y el hecho que creer sea una necesidad no le da o quita validez a aquello en lo que cree).

Lo único que sabemos con certeza es que el anhelo espiritual existe, que es un arma de doble filo, y que para utilizarla en beneficio de la especie hay que conocerla profundamente.

II

EL AFÁN MÍSTICO

II.1 Las necesidades del hombre

Desde las necesidades físicas (sueño, alimento, cobijo, reproducción), pasando por la necesidad de afecto, reconocimiento, poder, pertenencia a un grupo, etc., hasta el anhelo espiritual, un gran conjunto de impulsos se mezclan en el hombre dictando su conducta. Como temas en una sinfonía, se elevan, se acallan, se combinan, armonizan, se disfrazan y se apoyan de tal manera que, exceptuando las necesidades primarias, a veces es muy difícil determinar cuáles son las verdaderas motivaciones de las acciones de un hombre. Incluso internamente en ocasiones es imposible ubicar cuáles son las razones que nos hacen actuar o pensar de cierta manera.

Lo que yo creo, es que si pudiéramos tomar cada uno de estos impulsos, completamente separado de los demás, y de algún modo medirlos, encontraríamos que no se encuentran en la misma magnitud, ¡vaya!, ni siquiera en la misma proporción en todos los seres humanos.

Tenemos entonces por un lado que en cada individuo los impulsos no se encuentran “en estado puro”, ni mucho menos. Y por otro lado que en cada individuo que encontremos habrá necesidades que se manifiesten con mayor fuerza que otras, que tengan un papel más importante. ¿Cuáles serán nuestros impulsos predominantes como especie, no como individuos?.

Quizá lo que sucede entonces es que no podemos hablar de una lista de impulsos constitutivos, sino de una única fuerza vital, y que en cada persona se manifiesta con distintos rostros; como una receta que tiene siempre los mismos ingredientes, pero nunca en las mismas cantidades (ésa fuerza vital se personifica en los distintos impulsos vitales y es causante de ellos, no es el resultado de combinarlos). ¿Qué es lo que hace que algunas personas exterioricen su impulso vital principalmente (no únicamente) como sed de poder, otras como instinto gregario, otros como afán místico, unas más como manía destructiva?. Sólo puede haber dos factores: que la composición esté en la “naturaleza” de cada individuo (sin importar que la “naturaleza” incluya componentes únicamente genéticos o también “metafísicos”, como podría ser la personalidad del alma, “karma”, etc.); o que el aprendizaje dictamine esa composición.

Aunque de momento no ahondemos en si la configuración del impulso vital viene determinada por naturaleza o no, debemos averiguar si mediante la educación se puede avivar ese impulso, y encausarlo a un equilibrio, donde el deseo de amor no sea tan grande que provoque dependencia, la compasión tan poca que provoque egoísmo, el afán místico tan desmedido que provoque idolatría. Debemos averiguar si podemos tener una influencia tan fuerte, si no un control, sobre el impulso vital del individuo, o el de la especie.

En todo momento hay que recordar que si bien cuando el anhelo espiritual se cubre con respuestas incorrectas el alma se degrada y pervierte; cuando éste no se expresa, cuando ni siquiera se buscan respuestas, el alma humana se ve relegada y atrofiada[2].

Ya que mencioné el amor, pongamos como ejemplo ése impulso. En particular el amor de pareja. Explícito u oculto, está en todos los seres humanos, y repito, no todos le dedican la misma energía, no para todos es igual de importante.

De nuevo, los impulsos nunca se encuentran en “estado puro”, pero de todos modos es posible identificar ciertas acciones que caen dentro del terreno del amor, y otras fuera, aún si la frontera es difusa. Hablemos de una pareja que llega a un profundo amor platónico tras un concienzudo descubrimiento y empatía de las almas, tras un buscar metas comunes y descubrir que sus proyectos vitales son complementarios. Hablemos de una segunda pareja, cuya atracción es aplastantemente física, cuyo enamoramiento es de película hollywoodense: irracional, y por lo mismo explosivo, un entusiasmo que se alimenta de sí mismo, basado principalmente en la emoción y la intuición. Y un tercer ejemplo, aquella pareja, que tras la cotidiana convivencia comienzan a fijarse uno en otro, desarrollan una afinidad, con empeño y paciencia fortalecen su unión, alientan su sensualidad, y tras varios años se dan cuenta que han formado una pareja estable. En estos tres ejemplos ¿alguno de ellos está el amor más presente que en los otros?, ¿hay alguna escala que diga que el amor de alguno es más válido que el de los otros?. No, en todo caso digamos que pertenecen a distintas regiones de la extensa patria del amor, y en dado caso podrían clasificarse, pero no descalificarse. En todos los casos hay experiencias distintas que por igual son “el amor”.

Por supuesto, hay formas enfermizas de amor ¡vaya que las hay!, como hay formas enfermizas de todos los impulsos. (Que en casi todos los casos son provocados por factores educacionales, supongo que sadismo y similares no están “en la naturaleza” de nadie).

Análogamente la pregunta es: ¿el interés que tiene el ignorante por lo ocultista y los ovnis es en esencia el mismo anhelo filosófico del místico, o la sed de conocimiento del científico?, ¿son simplemente distintas manifestaciones del mismo impulso que he llamado afán místico?. Primero se tiene que resolver ésta pregunta, y luego identificar cuáles son las formas enfermizas de ése impulso.

Irene Nicholson nos habla de 3 niveles en los que los aztecas clasificaban las manifestaciones el afán místico:

“Había 3 niveles de lenguaje: el de la gente común, diseñado para referirse a asuntos cotidianos; el de los nobles, más poético y culto, pero sin gran sabiduría; y el lenguaje de los magos o iniciados, que contenía (codificada) toda idea que un hombre anhelante pudiera requerir para la verdadera iluminación.

En analogía a éstos lenguajes, había una religión sencilla de agricultura para los profanos, una de jerarquías y responsabilidad moral para la aristocracia, y la religión esotérica de misterio para los iniciados. Similarmente, cada representación de un Dios o idea abstracta tenía una imagen material (ídolo) para los supersticiosos, un jeroglífico para los nobles, y un simbolismo matemático – astronómico – científico más profundo para los sacerdotes [3]

Hace notar enseguida que una estratificación similar existe, por ejemplo, en la actual iglesia romana, con santos y vírgenes para las masas, y teología para los iniciados. (Los 3 niveles de conciencia volverán a desempeñar un papel protagónico en la concepción azteca del cielo e infierno, de la que hablaré más adelante).

Quizá no se pueda hacer una clasificación tan tajante y sencilla de los distintos niveles, pero es claro que el anhelo espiritual puede tener diversas y variadas formas. La idea es buscar la figura de ése anhelo observando las sombras que produce. ¿Analizando todas las prácticas religiosas podremos desnudar los ritos y descubrir qué actos específicos satisfacen a los fieles?, sería como analizar diferentes bebidas para entender un poco el fenómeno de la sed. Y vaya que nos hace falta entender el fenómeno de la búsqueda religiosa.

II.2 ¿Dónde nace?

Elementos constitutivos

No creo en el escepticismo

AMC

If man did not have his illness he would have nothing to shield him from reality. And who could stand that?[4]

Lawrence Durrell

Para averiguar de dónde y cómo nació el afán místico, se pueden mencionar tres elementos de sus elementos causales: La asimilación del universo; Fuga de la realidad; y La capacidad de Azoro. (Joseph Campbell define agudamente 4 elementos, hablaremos de ello más adelante).

· La asimilación del universo. Somos criaturas pequeñas en un universo inmenso. De vidas breves en un tiempo infinito. De comprensión limitada en un mundo de estímulos y desafíos ilimitados. Pero, hasta donde tenemos evidencia, no hay seres materiales de consciencia superior a la nuestra, que tengan las respuestas que nosotros buscamos partiendo roca con las manos: toda respuesta depende de nosotros, o de algo sobrenatural.

La asimilación de universo nace como subproducto de la propia consciencia. No somos la única especie que tiene consciencia de sí mismo (grandes primates, delfines), pero aparentemente nuestro pensamiento abarca más que en el del resto de las especies, y hasta donde sabemos somos la única especie con afán místico. Pero hasta el momento la complejidad de la estructura y la finalidad del universo exceden nuestro alcance. La conciencia actúa como una enorme capacidad de hacer preguntas, sin poder hasta la fecha dar las respuestas. El precio de nuestra conciencia es que solamente somos cuando nos damos cuenta que somos, a diferencia de un objeto inanimado, que puede ser aún sin saber que es.

El hombre demanda un significado para su vida y muerte, demanda “una presencia real que certifique una verdad única del ser[5]”, una guía para su conducta. La curiosidad del hombre necesita saber de dónde salió este universo, quién lo creó. En resumen: El hombre necesita resolver su incógnita existencial, liberarse de su libertad o asumirla, y remediar su soledad cósmica. Y ante todas estas preguntas requerimos una respuesta absoluta (al menos los de mentalidad occidental), y los únicos absolutos que tenemos son metafísicos[6].

En el mundo moderno, la función de Dios y todo lo sobrenatural es la de ser absolutos, en una era donde ya nada es absoluto ni universal. La pregunta aquí es ¿porqué el hombre necesita encontrar absolutos?. Quizá porque su compleja mente no se satisface con verdades relativas, porque no podemos aceptar que nuestro concepto de lo eterno y divino sea considerado superstición por alguien más. Y una vez que el hombre determina que hay un absoluto, lógicamente espera no serle indiferente a aquél absoluto, en consecuencia se cree parte de él hijo de él (por definición no podría considerarse padre de un absoluto, o que el absoluto sea parte de él).

Hay además un aspecto de la necesidad de identificarse con lo absoluto, ser consubstancial a lo eterno, que podría muy bien ser una sofisticación del miedo a morir, sobre todo a dejar de ser. Y este miedo es simplemente una debilidad resultante de no aceptar quienes somos, no estar satisfechos con la realidad, con nuestro trozo de tiempo vital, con nuestra paradójica existencia de posibilidades a una vez limitadas e infinitas; este miedo de estar profundamente insatisfechos con ello.

Y más allá de todo esto, aunque no sea relativo a la muerte, aunque las respuestas no sean absolutas: el hombre instintivamente busca un significado para cada hecho, para cada objeto que llama su atención. La búsqueda de significado lo ha llevado a la filosofía, a la ciencia, a la religión y a la superchería.

· Escape de la realidad adversa. Cuando todos los recursos del mundo material se agotan y la esperanza no muere, sólo queda confiar en lo sobrenatural. El mundo de las ideas es mucho más controlable y menos amenazador que el mundo real. Cuando el hombre no tiene control sobre su entorno, o por alguna razón no quiere intentarlo, aún le queda volcarse hacia lo sobrenatural.

Ejemplos de ello tenemos miles. Los antiguos hombres que recurrían a un dios para protegerse de peligros reales (animales, inundaciones, sequías) o imaginarios (que el sol no saliera al día siguiente). Los modernos que al no poder vencer a sus enemigos y opresores, auguran una dulce revancha... en la otra vida. Aquellos que no afrontan su condición humana o libertad y acuden a los designios astrales y al destino. Y un largo y lamentable etcétera. Mientras que la Asimilación del universo es un anhelo legítimo, noble y digno de alabanza, el Escape de la realidad adversa es producto de nuestra inmadurez como individuos y como especie. Es una debilidad no deseable, pero humana, aún si maduráramos como especie y mediante educación la atenuáramos (no se puede erradicar) en todos los individuos, permanecería latente, y volvería a surgir en el momento más inesperado causando graves estragos. Aquí claramente, y sin disfraz, aparecen el miedo a la muerte y el sentimiento de impotencia ante los problemas del mundo.

· La capacidad de azoro. Los dos anteriores puntos se refieren a necesidades del hombre como factores constitutivos del afán místico. La capacidad de azoro en cambio no es una necesidad, es un fenómeno que nos acomete sin aviso. Es el único de los elementos relacionados con el anhelo espiritual que no sabemos si es causante de, o causado por él.

La experiencia mística es identificarse con lo absoluto, usualmente sin buscarlo. Esa sobrecogedora sensación que a veces nos sorprende mientras miramos al cielo, a la noche, ese silencio estremecedor que no sabemos si es la voz de nuestro propio ser, el eco de nuestra soledad, o del infinito. En esos momentos sentimos que tenemos en nuestro interior un alma universal entrando en resonancia con el absoluto universal del que formamos parte, como un par de diapasones a la misma frecuencia[7].

Ya sea a través de meditación, trance vudú, oración, ingestión de drogas, contacto con la naturaleza, éxtasis de creación (y recreación) artística y posiblemente también mediante sugestión o hipnosis, es una gran cantidad de personas que pueden certificar que la sensación existe. Lo único que varía es la interpretación. Según a quien se le pregunte, puede ser iluminación divina, posesión de un espíritu, entrar en contacto con la conciencia universal, o simplemente lograr la armonía interna, concentrar y aquietar la mente (sin ningún elemento sobrenatural). En todo caso, detona espectacularmente al anhelo místico del individuo.

Quizá de los elementos constitutivos del afán místico, éste es el más placentero y desinteresado, el más sublime, y el único que posiblemente tenga en efecto esencia sobrenatural. No puedo evitar citar el texto más hermoso que conozco para describir ésta sensación:

Puse los ojos en el cielo, consideré su hermosura, su sol, luna y estrellas y todo lo creado, y entre mí dije no ser posible que todo esto fuese creado por nuestros dioses, y que aquél que lo hizo y creó había sido algún Dios muy poderoso que a nosotros era oculto y no conocido. Con esta consideración sentí un nuevo aliento y alegría [...] el dolor que llevo es no tener luz ni conocimiento, ni ser merecedor de conocer tan grande Dios, el cual tengo por cierto que ya que los presentes no lo conozcan, ha de venir tiempo en que sea conocido y adorado en esta tierra[8].

Testamento y Despedida.

Nezahualcóyotl, rey Azteca.

Similarmente, siglos después Olaf Stapledon pone en boca de “la Mente Cósmica, o Consciencia Universal” (de la que, según él, los humanos y en conjunto toda la creación forma parte), las siguientes palabras, dichas en el momento de encontrarse con su creador:

Es suficiente, y más que suficiente, ser la criatura de un espíritu tan magnífico y temido, de potencia infinita, de una naturaleza que escapa a la comprensión de la Mente Cósmica. Es suficiente haber sido creado, haber encarnado un instante el espíritu infinito, tumultuosamente creador. Es infinitamente más que suficiente haber sido utilizado, haber sido un esbozo preliminar para una creación más perfecta.

Dije esto, y sentí una rara paz y una rara alegría[9].

Repito, de los 3 elementos constitutivos del afán místico, éste es el más sublime, y el único que posiblemente tenga esencia sobrenatural. Por ello no podemos determinar si es la causa o el resultado del afán místico.

¿Estos tres elementos necesariamente van a combinarse siempre para producir el anhelo espiritual?. ¿No pueden dar por resultado otro impulso humano, digamos, la conformación de una consciencia de especie?. No de modo espontáneo, tendríamos que trabajar en ello mediante un esfuerzo voluntario.

La mente humana tiene capacidades asombrosas, puede simplemente olvidar un evento traumático, puede crear una mentira y luego creérsela sinceramente. Uno creería que ésta capacidad la aplica únicamente cuando tiene necesidad de ella, pero en el caso de lo sobrenatural es asombroso ver gente de todas culturas, niveles intelectuales y económicos dispuestos a rechazar una verdad científica comprobable a favor de un mito, muchas veces forzando completamente la lógica. O sin ir tan lejos, están tan dispuestos a aceptar un mito antinatural como uno consecuente con su humanidad. Quienes incurren en ello (y es un una gran mayoría de la población mundial) buscan la coherencia con un mito que eligieron, que para ellos es más valioso, más reconfortante que buscar la coherencia con la realidad. Eso nos habla de una necesidad de creer descomunal.

La pregunta es: el ¿pobre desarrollo intelectual y emocional provocan que se elijan formas enfermizas del misticismo?, ¿o viceversa, el pobre desarrollo intelectual y emocional son producto de las formas enfermizas del misticismo como constante histórica?.

Tal vez, tal vez la respuesta esté en la manera que se produce la apropiación de éste culto.[10] (Llamo culto en éste momento a cualquiera de las respuestas que el hombre elige para saciar su afán místico). Una persona que se apropia débilmente de un culto, fácilmente se desprende de él, o adquiere uno nuevo. Pero una vez que alguien se ha apropiado profunda y completamente de un culto, deshacerse de él equivale a destruir su personalidad, en la que está profundamente enraizado[11]. En los últimos dos siglos, se ha producido una desmitificación total, el escepticismo es la única religión. Los viajes espaciales, la relatividad, y demás logros de la racionalidad humana han influido mucho en el hecho de que ya nada es sagrado, ya nadie tiene autoridad moral suprema, ya no hay absolutos. En cada generación hay cada vez mayor cinismo, mayor desencanto. Y un territorio así, seco y estéril, en apariencia ningún culto puede arraigar profundamente, pero es exactamente al contrario. El problema es que al parecer esto propicia que nadie sea selectivo con los cultos que elige. Porque para los usos prácticos de cada persona, todo mito es igualmente bueno, o igualmente malo. Si las condiciones (perfil psicológico y circunstancias) en las que se produce la apropiación de un culto son favorables, éste automáticamente enraizará profundamente. Por otro lado si las condiciones son adversas, el mismo mito jamás será aceptado por la persona.

Cada mente es distinta, por ello habrá mitos que se adapten mejor a distintos individuos. El problema es que el valor en sí del culto ha pasado a ser completamente intrascendente.

II. 3 Un impulso que resurge

Estoy de tal modo desamparado

que ofrezco a no importa qué divina imagen

mis impulsos hacia la perfección

Arthur Rimbaud

Sobre la aparición de la religión Sujov postula los siguientes puntos[12]:

1. Todo lo que hay en la mente del hombre viene del exterior, que no hay nada en él que no sea reflejo, interpretación o deformación de algo externo[13]. Aunque esta hipótesis es básica para su ateísmo, no lo es para su siguiente punto, por lo que su validez no es crítica.

2. La religión es resultado de una concepción de la realidad deformada por:

a) La imaginación. Herramienta útil para encarar la realidad con recursos más allá de lo evidente, no para comprobar la veracidad de sus ideas.

b) Errores en la capacidad de abstracción. Según Sujov el humano tiene una capacidad de abstracción increíble, cuyo funcionamiento en ocasiones no podemos garantizar.

c) Interferencia subjetiva de nuestras emociones. Asevera que la emoción que provoca la religión es el temor y el sentimiento de impotencia, diciendo que cuando más miedo tenemos, más religiosos nos ponemos.

En resumen, Sujov afirma que la religión es una deformada percepción de la realidad. En otras palabras, un mal funcionamiento que puede y debe ser reparado, no un elemento vital constitutivo de la personalidad. En realidad, lo importante es averiguar si la necesidad que tiene el hombre de percibir la realidad de ésa manera (la religiosidad) es intrínseca o no a la naturaleza humana.

¿Si un niño al que no se le hable de lo sobrenatural desarrollará el afán místico?. Es muy probable que no, no como individuo. Pero todas las comunidades humanas, absolutamente todas lo han desarrollado en algún momento de su historia. Estadísticamente podemos afirmar que alguien o algo lo detonará, y se generalizará con singular celeridad, como un poderoso virus latente. Creo que desdichadamente no podemos averiguar si es parte de la naturaleza del hombre, o un producto del desarrollo social (sería curioso descubrir que lo sobrenatural es nuestra naturaleza).

Sin embargo, aunque no sepamos aún si es la naturaleza humana, o el entorno social lo que lo provocan, tenemos una respuesta a esta pregunta crítica: en la humanidad como la conocemos, el afán místico siempre terminará presentándose.

Tenemos por seguro que el hombre lo conocemos, y su entorno social como ha sido los últimos miles de años irremediablemente provocarán un surgimiento del afán místico. Si en el estado actual de nuestro desarrollo como especie lo queremos disimular, o minimizar su expresión mediante la educación correremos el gravísimo riesgo de estar encerrando al monstruo en el sótano, arrojando la llave y queriéndonos olvidar de él. Podemos tener por cierto que escapará.

II.4 Dónde está, dónde no.

Ahora hay que ubicar cuáles son las áreas de la actividad humana cuyo impulso primario es el afán místico. De nuevo recordemos que en toda actividad se entremezclan distintos impulsos, pero a pesar de ello podemos definir en cuáles el anhelo espiritual es el principal protagonista.

La religiosidad. En todas sus formas, fin último de las religiones es la alabanza de Dios y el acercamiento del alma humana éste ser. Lo que tiene una gran variedad de manifestaciones es la descripción y definición de dicho(s) Dios(es), y la estrategia para acercársele. Sin ninguna duda la religiosidad tiene como impulso primario el afán místico. (El ateísmo en la mayoría de los casos es simplemente una forma de religiosidad[14]).

La filosofía y la ciencia. La asimilación del universo, el primero de los tres componentes del impulso místico, encuentra una salida más racional mediante la filosofía y la ciencia. Sin embargo éstas no existen aislados de sus creadores, los filósofos y científicos, y en su mayoría éstos experimentan su versión del éxtasis religioso mediante la búsqueda de la verdad pura. Ellos también andan en busca de los absolutos. Algunos de ellos buscan erradicar lo sobrenatural de la mente humana, otros creen que por definición lo sobrenatural no existe, que todo lo que ES pertenece a la naturaleza, aún lo que no entendemos. Hay quienes buscan al creador entendiendo su creación, descifrando cómo piensa y actúa.

Pero la gran diferencia es que mientras la ciencia puede disociarse totalmente del afán místico, la filosofía, por materialista que sea, no lo logrará, pues aunque sus metas puedan llegar a ser mutuamente excluyentes, responden a las mismas pregunta.

Bajo ésta óptica, (y sin considerar la ciencia como subconjunto de la filosofía) el hecho que la ciencia cada día encuentre más respuestas a las preguntas formuladas por la filosofía indica que ciencia y filosofía convergen en sus partes, pero no necesariamente en su núcleo. No en todos los casos la motivación puede ubicarse en el afán místico, sin embargo es innegable que su fin es siempre la verdad, ampliar la consciencia, explorar nuestra realidad y desarrollarnos en ella.

Superstición. Todas las formas de superstición y superchería (embrujos, zodiaco, predestinación, amuletos, adivinación, conjuros, etc.) son en conjunto causadas casi principalmente por el segundo elemento del afán místico: El escape de una realidad adversa. No asumir la condición humana, con sus libertades y responsabilidades, tomar las elecciones fáciles hacen de éste grupo el que con más claridad se puede calificar de nocivo y pernicioso para la humanidad, difícilmente alguien podrá encontrar un argumento sincero en defensa de su existencia. Además del afán místico, se pueden identificar claramente otro elemento en la conformación de la superstición: el fanatismo[15] (en diversos grados).

Todas las formas de superstición tienen en común que no sólo no pretenden respaldar sus actividades con una base teórica sólida, sino que su fuerza para ganar adeptos se apoya en atacar salvajemente la lógica, el sentido común, y las evidencias concretas. También tienen en común que se basan en una concepción de la naturaleza radicalmente distinta, o a un poder sobre ella distinto al que se obtiene por “medios racionales o naturales”. Pero, este razonar por cortocircuitos, aunque no les da coherencia con la realidad, sí les brinda una cierta coherencia interna entre su razonar y actuar, mediante el desquicio de todo esquema racional. Por alguna razón mientras más extravagante y descabellado sea su sustento teórico, con mayor pasión los aceptará la gente, quizá porque no apela a la parte racional del individuo, sino completamente al otro extremo. Debido al fanatismo se explota al máximo el afán místico, de modo que se apuesta todo a lo sobrenatural, y nada a lo racional; ése es el porqué la mera educación académica no tiene efecto sobre ninguna manifestación del afán místico.

A favor del valor de ésta categoría podemos decir que el conocimiento humano aún no abarca toda la naturaleza, que puede haber fenómenos reales escondidos detrás de algunas supersticiones. Recordemos la acogida que tuvo el electromagnetismo en el siglo XIX. Es claro que no debemos cerrarnos a conocer nuevos aspectos de la realidad en que vivimos, sin embargo es difícil de creer que algún conocimiento auténtico pueda ser descubierto más rápido leyendo horóscopos, restos de café y haciendo limpias, que observando y experimentando de una manera sistemática y buscando sustentos teóricos. Es en extremo improbable que los sin lugar a duda ricos tesoros que la naturaleza aún nos puede ofrecer se encuentren escondidos en la oficina de un parapsicólogo, entre sus piedras de la suerte, sus dibujos y amuletos “espirituales”.

Recientemente encontré un claro ejemplo de ésta obsesión por reinterpretar al mundo de acuerdo con algún elemento sobrenatural: un libro de astrología relacionando las actividades cotidianas con constelaciones planetarias. Por ejemplo tiene una lista de fechas favorables para llevar el auto al mecánico porque en tales fechas “el mecánico será honrado y las refacciones baratas”. En este ejemplo el objetivo es realizar una reparación con el diagnóstico justo y a bajo costo. Sin embargo, esto no depende de la calidez de las relaciones humanas, ni del comportamiento de la economía, ni de la comparación entre talleres... ¡sino de la conjunción de Piscis con Saturno!. Las fechas eran producidas por computadora, y se podía encontrar todo tipo de actividades: pedir un aumento, casarse, tomar vacaciones, etc.

Aunque la superstición sea deformación de un mito o costumbre que inicialmente haya sido una buena aproximación para comprender y adaptarse a la naturaleza, actualmente dicho papel ha sido rebasado por la dinámica social de la investigación científica y la educación.

Ocultismo, ovnis. Cofradías de “hombres superiores” que controlan el destino de la humanidad, civilizaciones superavanzadas que desaparecieron, enanitos de grandes ojos ovalados, etc. Todas ellas comparten lo que se podría llamar “El morbo del misterio de lo oculto”. Donde oculto es aquello que nadie (o sólo una minoría) conoce a ciencia cierta, que no puede ser descifrado por un esfuerzo científico y que (como la superstición) conlleva a una concepción de la naturaleza radicalmente distinta, o a un poder sobre ella distinto al que se tiene por “medios racionales”.

Al igual que las supersticiones, no tienen inconveniente en acatar y discriminar evidencias científicas según les convenga o no, o de asesinar a mansalva la lógica y el sentido común, pero la diferencia está en que niegan tal cosa, afirman que sus fantasías están fuertemente fundamentadas, y al igual que un paranoico considera a todo el mundo conjurado en su contra, acusan de ceguera a todo aquél que no comulga con sus teorías. Éste envolverse en la bandera de la verdad, el aire de credibilidad que buscan hace que estén tan o más difundidos que las supersticiones.

Los ovnis merecen aclarar que no estoy afirmando ni negando la existencia de vida extraterrestre, así como para definir el afán místico no puse en cuestión la existencia de Dios. La razón por la que están incluidos en éste grupo, es que sus mitos están construidos del mismo material, responden a las mismas expectativas, y son defendidos con los mismos procedimientos que el resto de los mitos ocultistas. Los fanáticos del ovni también buscan un absoluto, un ser superior, una guía, “una presencia real que certifique la verdad única del ser”. ¿Han notado que ninguna de las naves que nos visita es de una civilización desesperada que viene a preguntarnos cual es la “verdad única del universo”?

Otro aspecto curioso es que hay un afán desmesurado de separarse del camino del raciocinio y la ciencia, sin importar si al final se llega o no a los mismos resultados. Tomarse todo este trabajo debe tener alguna recompensa, y repito, usualmente mientras más descabellado es el fin perseguido, mayor fervor provocará entre sus seguidores.

Los que se abandonan al “morbo del misterio de lo oculto”, buscan aquello que no puede ser conocido a ciencia cierta en parte debido a que la sensación de poder y de misticismo es en la mayoría de los casos egoísta, exclusiva. Y no se puede conservar la exclusividad sobre una actividad evidente o comprobable porque cualquiera que siga el procedimiento adecuado puede llegar a dominar dicha actividad. No hay necesidad de “secretos” celosamente guardados por los “iniciados”, y la única estructura de poder está dada por la habilidad y la experiencia, por la práctica. No hay un elemento sobrenatural que permita excluir al “resto de los mortales”.

Los “paranormales” se interesan en asuntos (casi siempre) fuera del alcance científico no porque no tengan la capacidad intelectual para acceder al conocimiento científico (aunque hay quien afirma que el 99% en efecto no la tienen), sino porque el trabajo científico implica realizar actividades concretas, con resultados concretos que no pueden ser ocultados bajo pretextos inverosímiles. En el fondo, la actitud típica de un devoto de los Ovnis es:

“De acuerdo, no puedo comprobar que tengo razón, pero tú tampoco puedes negarlo. Y mi verdad le quita validez a la tuya”.

Los mitos, la fantasía, los cuentos de hadas. Las cosmogonías primitivas, las tradiciones orales, el arte y la fantasía, son maneras que tiene la mente de explorar sus límites, es nuestro ser que busca su completa expresión, son ensayos de interpretar al mundo que no son sometidos al juicio de la razón. En muchas ocasiones éstas creaciones han evolucionado y sido tomadas como banderas de las otras expresiones anteriormente mencionadas, principalmente la superstición y el ocultismo. Sin embargo, originalmente no fueron producidas por el anhelo místico del hombre[16], por lo que deben definitivamente ser excluidas del grupo de manifestaciones de éste impulso.

II.5 El valor de cada manifestación.

¿Cómo podemos calificar, ejercer un juicio de valor sobre las distintas maneras en que el hombre manifiesta su anhelo espiritual?, ¿qué aspectos debemos calificarles?[17].

La verdad absoluta del objeto de culto desdichadamente tendrá que ser dejada de lado, ya que en efecto no contamos con “la presencia real que la certifique”. No podemos decir entonces que un tipo de culto es válido y otro no de acuerdo lo plausible de su autenticidad. Por definición sólo un absoluto puede negar o afirmar la existencia de otros absolutos: solo un Dios podría certificar la existencia de otro Dios[18].

Es su valor práctico lo único que podemos calificar. Y aún esto supone un problema mayúsculo. ¿Cuál es el valor práctico de un culto? (le llamo culto a todas las manifestaciones del afán místico: religión, filosofía, superstición, ocultismo).

Debemos de pedirle al culto, en primer lugar, que responda a las expectativas del afán místico: que satisfaga sus anhelos, que dé respuesta a sus preguntas, que haga eco a nuestro grito. Debe confortar al hombre, abatir su soledad.

Pero no debe quedarse aquí, además de servirle al individuo, debe servirle también a la especie, y encaminarla a metas más altas, ayudar al hombre a asumir su condición humana, su libertad. Debe ante todo impulsar a la humanidad hacia su destino. He aquí donde surge la mayor dificultad: si buscamos un consenso acerca de hacia dónde debe dirigirse la humanidad, de manera que nadie tenga objeciones, la definición sería un raquítico conjunto de lineamientos tan abstractos que no tendrían ninguna aplicación práctica. Por ejemplo, si proponemos que el destino de la humanidad es trascender, explotar su potencialidad al máximo y lograr la armonía interna y con el mundo (y su creador, de ser el caso), el significado de tan buenos propósitos tendrá interpretaciones radicalmente distintas en diferentes culturas.

Dejemos la búsqueda de la utopía para otra ocasión, ya que no podemos definir completamente la validez de un culto según su utilidad práctica, exploremos ahora la invalidez de distintos cultos debido a su obstrucción del desarrollo, la plenitud o la trascendencia del humano.

Es un concepto cada vez más aceptado que lo “bueno y malo” no existen objetivamente, no son conceptos universales, sino que dependen del observador. Sin embargo no somos seres etéreos ni ideales. Somos humanos, seres concretos. Y como tales, estamos forzados a ver la realidad desde nuestro punto de vista, aún si no quisiéramos siempre estamos tomando partido. En la práctica nos regimos por acciones concretas, objetivas. El valor relativo que éstas pudieran tener desde un punto de vista ideal, es un valor absoluto desde el punto de vista humano, real. Mientras no nos despojemos de nuestros cuerpos, emociones, anhelos, placeres y dolores, negar que existen los conceptos de “bueno y malo” es negarnos a nosotros mismos. Preferible es correr el riesgo de ser tajante y maniqueísta.

Aunque de alguna manera satisfagan el anhelo místico del hombre, hay características de algunos cultos que incuestionablemente las convierten en nocivas e indeseables. Los cultos en los que se presenten, o cuya definición no excluya las siguientes características son potencialmente nocivos. Y los que basen su ideología en alguno de los siguientes aspectos son directamente perniciosos para la humanidad:

1) Suicidio o asesinato ritual. Éste punto será muy discutible por los cultos que consideren el martirio, la muerte defendiendo su religión, como un fin excelso. La crucifixión de Cristo (que él pudo evitar y no lo hizo para cumplir el ritual de redención), y los sacrificios humanos voluntarios de algunas culturas (antiguas y modernas), incluso algunas donde ofrendar la vida era un honor buscado por la víctima, son otros casos que pueden provocar controversia[19].

2) Afectar los derechos de terceros. Por derechos nos referimos a la de mayor consenso, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Y recordemos que entre los primeros derechos mencionados está la igualdad.

3) Intolerancia hacia otro culto que no afecte los derechos de terceros. La intolerancia debe ser activa, porque no se puede negar a nadie el estar en desacuerdo con otro culto. Tampoco puede negarse a nadie el defenderse del ataque a sus derechos.

4) Persecución del conocimiento, inhibición o descuido de la investigación, la creación artística, u otras maneras de ampliar la consciencia que no afectan a terceros.

5) Desatender el mundo material por estar demasiado preocupados por lo espiritual (contrario a lo que sucede con el materialismo). Un ejemplo claro es que actualmente se gasta mucho más dinero en ufología que en desarrollar tecnología que nos permita llegar a otro planeta. Si en todos los planetas se hacen lo mismo, la exploración interplanetaria permanentemente va a consistir en discusión y venta de videos testimoniales y borrosas fotografías, y nunca en viajar otro planeta. Otro ejemplo son las sectas que proponen que el hombre sólo debe dedicarse a la meditación, desarrollo de la agricultura y otras actividades que si bien crean gran armonía, no explotan al máximo el potencial del ser humano. El hombre no debe resignarse a no ser todo lo que puede ser. Una de las consecuencias de la actual disociación del hombre y su entorno es la extinción de las especies, la crisis ecológica que enfrentamos. Otro ejemplo lo mencioné al decir que se gasta más dinero y energía discutiendo sobre OVNIS que tratando de llegar a otro planeta.

6) Mutilar o refrenar la voluntad activa del hombre haciéndole creer que su destino está influido o determinado por lo sobrenatural. La cita “ayúdate, que yo te ayudaré”, y el refrán “confía en Dios, pero amarra bien tu camello” nos muestran que creer en lo sobrenatural no implica que refrenes tu actividad pensando que de cualquier modo te va a ir bien, porque dios trabajará por ti, o que te va a ir mal, porque alguien te hizo un conjuro. Según Herman Hesse “un místico no reconoce la noción de progreso, puesto que su único modelo es la naturaleza, cuya autorealización consiste en ser”[20] No hay que descartar que tengan razón, y que si revisamos conceptos, estemos de acuerdo en que la plenitud y el equilibrio universal sean en efecto la meta última, pero creer que se puede lograr mediante la apatía, y sin el pleno desarrollo de nuestro potencial humano es contradictorio.

7) Imponer o propagar una visión del mundo cuya invalidez sea comprobable, retrasando así el progreso humano. Por visión del mundo se entiende la concepción global, y no únicamente las leyes de su funcionamiento.

8) No contemplar mecanismos que eviten el envilecimiento en las relaciones sociales (robo, traición, abuso, egoísmo, etc.).

9) Requerir que la comunidad que profese el culto no esté en contacto con comunidades que no lo compartan, o no tener previsto que elementos internos o externos pueden actuar de modo radicalmente opuesto a lo establecido por sus creencias. Uno de los más tristes ejemplos de exceso de confianza en la nobleza ajena lo tenemos en este siglo: la invasión china al Tíbet. Otro es la invasión de Pizarro al imperio Inca, el primer imperio creado de acuerdo a una visión de la armonía terrestre y la eterna: el único ejemplo histórico de una civilización que podía compararse con las utopías filosóficas.

10) Proponer un esquema totalitario donde todas las respuestas estén dadas, sin darle oportunidad al individuo de gestar dudas existenciales. Definir un esquema ideológico o de conducta que no contemple excepciones. ¿Cómo hablar entonces de un orden, de ciertos lineamientos, de buscar que la sociedad sea de tal o cual modo si a la vez se pretende que cada cual pueda elegir sus moldes? (O la ausencia de ellos). Asimov plantea en una de sus novelas de la serie “Fundación”, que si los objetivos se plantean de forma estadística, y no totalitaria, la libertad de cada individuo sigue conservándose, ya que su actuar individual puede ir completamente en sentido contrario al resto de la sociedad, pero la misma sociedad vista como un todo, sigue dirigiéndose a un destino.

Considero este argumento vital para cualquier concepción del destino de la humanidad, ya que es irreal y contraproducente fijarnos metas como tener una sociedad donde “absolutamente nadie” asesine, robe, viole, traicione, etc. Sin embargo es muy palpable una sociedad donde en términos generales nadie sea asesinado, robado, asesinado, violado, traicionado, o similares. Como dato curioso, Asimov formuló éste racionamiento basándose en la termodinámica, donde se hace una descripción estadística del comportamiento de un gas, ya que es imposible determinar el comportamiento de cada molécula.

11) Suponer que todas las culturas del planeta, y todos los individuos dentro de cada cultura siguen un mismo patrón de necesidades vitales, puesto en los términos de este texto: no se debe suponer que todos exteriorizan el impulso vital en la misma cantidad, ni con las mismas manifestaciones. Es necesario ofrecer una respuesta adecuada para cada comunidad, cada individuo. Por ejemplo, para resolver el problema del peso de la libertad sería aberrante exigir que todos renunciaran a ella, e igualmente aberrante pedir que todos asuman su libertad. En la verdadera utopía incluso no debe esperarse que el individuo conscientemente elija una de las dos opciones.

12) Tener propuestas que en la práctica sólo puedan ser ejecutadas unos cuantos años o unas cuantas generaciones sin presentar degradamiento. No poderse adaptar a nuevas circunstancias, nuevas realidades. En pocas palabras, ser soluciones de corto plazo o estáticas.

Aunque el tema merece un análisis más riguroso, la anterior docena de ideas a grandes rasgos refleja lo que entiendo por “distorsionar el alma humana[21]”, en términos prácticos. Si los cultos prevalecientes en el siguiente milenio se mueven dentro de las áreas de luz delimitadas por ésta docena de sombras, creo que estaremos avanzando hacia nuestro destino. He citado un par de veces a Fromm en ésta sección: en su libro Y seréis como dioses hace ver que la doctrina religiosa del antiguo testamento le concede más importancia al hecho de no adorar ídolos y mantener la paz con los semejantes, que a adorar a Dios. Dicho en éste contexto, antes de alimentar al afán místico con respuestas verdaderas, primero es necesario eliminar las respuestas falsas. Incluso se concluiría en base al antiguo testamento, que si no se alimenta al afán místico con respuestas falsas de algún modo ya se encontró la respuesta verdadera, o ya no es necesario buscarla.

La gran pregunta, la pregunta que me motivó a escribir estas páginas y que aún no logro responder es porqué la mayoría de la gente muestra tal predilección por formas enfermizas del afán místico aún cuando “no tienen necesidad” de ello. Por no tener necesidad me refiero a que cualquiera que sea su móvil: Asimilación del universo (búsqueda de explicaciones y significados), Escape de la realidad (por ejemplo evasión de responsabilidad), etc., podrían encontrar una respuesta más coherente, mejor sustentada, menos delirante. Más real. ¿Porqué incluso se niegan a aceptar la falsedad de algunos cultos pese a las evidencias físicas, e incluso la confesión del causante del fraude?.

Es tremenda la ansiedad que me causa ésta pregunta. Soy humano, no hay manera en que pudiera amar más a mis congéneres, y nada podría hacerme amarles menos. Puedo admitir que decidan dedicar su fe a tal o cual religión, pero me urge saber qué impulsa a quienes se empeñan en creencias evidentemente absurdas. ¿El que consulta horóscopos o brujos para saber lo que le sucederá durante el día inconscientemente se prepara para dejarles a ellos la responsabilidad sobre asuntos más importantes?. ¿La compleja estructura de la mente humana hace que alguna respuesta del afán místico se ajuste como guante a cada individuo, de un modo completamente ajeno a la actividad intelectual?, o en otras palabras ¿las respuestas al afán místico no se entretienen en el pensamiento y se alojan directamente en “el fondo del alma”?, si es así ¿cómo es eso, cuál es el proceso, cómo conocer y sentir el alma humana, como evitar que acepte basura?, ¿Cómo hacerlo, conservando a la vez la máxima apertura mental? ¡Si pudiéramos responder a esto!

Páginas atrás propuse que tal vez las circunstancias en las que la gente se apropia de un culto sea hoy en día el único factor de discriminación entre uno y otro culto, puesto que se tiene total escepticismo hacia conceptos establecidos, o autoridades morales. Si fuera verdad esto, nos estaríamos acercando más a la definición del problema: ¿cuáles circunstancias son propicias para que alguien se apropie de un culto, cuales no? Es claro, por ejemplo, que en momentos de crisis personal y emocional son momentos fértiles para la apropiación de un mito, pero hay que ir más allá, hay que saber exactamente qué circunstancias hacen que unos cultos sean apropiados y otros rechazados. Tal vez, tal vez podríamos llegar a ubicar cuáles son los factores que producen un ambiente propicio para la apropiación de lo que llamo “respuestas enfermizas al afán místico”.

Vivimos en una sociedad donde hay individuos capaces de construir satélites, e individuos capaces de asegurar que aquellos mienten, que el hombre nunca fue a la luna y que las luces en el cielo son ovnis. Somos parte de una raza capaz de construir pirámides, y capaz de adorarlas como obra de extraterrestres. Esta disociación puede ser altamente peligrosa, ya una vez este abismo entre sabiduría y fanatismo llevó a la destrucción de gran parte de la ciencia y arte de la humanidad: la quema de la biblioteca de Alejandría. Ya una vez nos llevó a siglos de oscurantismo. Podría ser que estemos en camino de algo similar, pero a mayor escala.

II.6 La función de un mito según Joseph Campbell[22]

Como epílogo de uno de sus libros acerca de mitología, Campbell enumera 4 funciones de la mitología para la humanidad, que bien pueden aplicarse a la función de cualquiera de los cultos mencionados aquí, entendiendo por culto toda manifestación del afán místico. Se adecua tan claramente a lo que he venido discutiendo, que debo transcribir a continuación las páginas finales de su libro:

“La primera (de las funciones) es provocar y apoyar un sentido de asombro ante el misterio del ser. Es, en el nivel primitivo, un miedo demoníaco; en el nivel más alto, un éxtasis místico; y entre estos dos niveles hay muchos grados. Cuando se define, se puede enseñar y hablar de ello; pero la definición y la enseñanza no lo pueden producir. Tampoco puede imponerlo la autoridad. Sólo el accidente de la experiencia y los símbolos de un mito viviente pueden descubrirlo y apoyarlo; pero tales signos no pueden inventarse. Se encuentran. Entonces funcionan por sí mismos. Y quienes los encuentran son las mentes sensibilizadas, creativas, que en un tiempo fueron conocidos como profetas, pero ahora se les conoce como poetas y artistas creativos. Estos maestros del aliento espiritual que hacen que el barro del hombre despierte a la vida espiritual son más importantes y más efectivos para el futuro de una cultura que sus hombres de estado o ejércitos.

La segunda función de la mitología es presentar una cosmología, una imagen del universo que apoyará y será apoyada por este sentido de asombro ante el misterio de una presencia y la presencia de un misterio. Sin embargo, la cosmología tiene que corresponder a la experiencia, el conocimiento y la mentalidad real del grupo cultural en cuestión. [...] Aquí nos encontramos con un problema crucial de las religiones de nuestro tiempo, porque, generalmente, los cleros continúan predicando temas de los primero al cuarto siglo antes de Cristo. [...]

Una tercera función de la mitología es apoyar el orden social en vigor, para integrar al individuo en su grupo orgánicamente; y de nuevo aquí vemos que la amplificación gradual del alcance y el contenido del grupo ha sido el signo característico del avance del hombre desde el primer grupo tribal al moderno concepto postalejandrino de una única sociedad mundial. A la amplitud de este desafiante y más amplio concepto continúan oponiéndose numerosas esferas, como, por ejemplo, aquellas de las diferentes mitologías nacionales, raciales, religiosas o de clase, que en un tiempo pudieron tener su razón de ser pero que hoy día están desfasadas.

La función social de una mitología y de los ritos que la expresan es fijar en todos los miembros del grupo en cuestión un “sistema de sentimientos” que habrá de unirle espontáneamente para los fines de dicho grupo. Es “sistema de sentimientos” adecuado para una tribu cazadora sería inadecuado para una agricultora; el adecuado para un matriarcado es adecuado para un patriarcado; y el de cualquier grupo tribal es inadecuado para esta época de individuos desarrollados que recorren los caminos de este a oeste y de norte a sur.

Los antiguos órdenes míticos dieron autoridad a sus símbolos atribuyéndoselos a dioses, a héroes populares, o a alguna fuerza impersonal suprema como el orden del universo; y la imagen de la propia sociedad, unida así en la más amplia imagen de la naturaleza, se convirtió en un cáliz de temor religioso. Hoy día, la mayoría sabemos que nuestras leyes no provienen de Dios o del universo sino de nosotros mismos; son convencionales y no absolutas; y al romperlas no ofendemos a Dios sino al hombre. No los animales ni las plantas, ni el zodiaco o nuestro hacedor, sino todos nuestros semejantes son ahora los dueños de nuestro destino y nosotros del suyo. En el pasado reciente pudo resultar posible a los hombres inteligentes de buena voluntad creer honestamente que su propia sociedad (cualquiera que fuera) era la única buena, y que más allá de sus fronteras estaban los enemigos de Dios, por lo que ellos estaban llamados a proyectar el principio del odio hacia el mundo exterior mientras que cultivaban el amor en su interior, hacia aquellos cuyo “sistema de sentimientos” era Dios. Sin embargo, hoy en día no hay tal exterior. Persisten enclaves de provincialismo nacional, racial, religioso y de clase, pero la realidad física ha hecho ilusorios los horizontes cerrados. El viejo dios ha muerto, con su pequeño mundo y su pequeña y cerrada sociedad. El nuevo centro focal de fe y confianza es la humanidad. Y si el principio de amor no se puede despertar en el interior de cada uno de nosotros –como estaba mitológicamente en Dios- para someter al principio del odio, sólo la Tierra Baldía será nuestro destino y los dueños del mundo sus diablos.

La cuarta función de la mitología es iniciar al individuo en el orden de realidades de su propia psique, guiándole hacia su propio enriquecimiento y realización espiritual.”

III

EPÍLOGO

III.1 Se solicita un mesías.

Es el cambio de milenio, y el afán místico de la humanidad está llegando a la catarsis. Se escucha su bramido ensordecedor como una tormenta marina, cualquiera que se acerque a la humanidad con los ojos abiertos verá colgado en todas las ciudades del mundo el letrero: “SE SOLICITA MESÍAS”.

Nos guste o no la situación, hay que aceptarla, y hacer algo al respecto: si la humanidad busca un Mesías y no lo encuentra va a elegir uno falso[23]. En ése sentido, nuestro momento histórico una gran oportunidad de renovación, y un gran peligro. Podemos trazar un destino para la humanidad, y comenzar a avanzar, o indolentemente seguir la inercia que llevamos, que a decir verdad no es muy alentadora. Hay que recordar que no sólo no parecemos acercarnos a una meta, sino que ni siquiera tenemos garantizada la supervivencia de la especie.

Evitar que la humanidad elija falsos cultos no puede lograrse simplemente atacando y prohibiéndolos, de hecho resultaría contraproducente. Y eso suponiendo que hubiera consenso sobre cuáles manifestaciones del afán místico son nocivas para la humanidad (no creo ni siquiera que haya consenso en los 12 puntos que propongo para calificar el valor práctico de un culto. ¡Vaya, no creo ni siquiera que sea generalmente aceptada la idea de que existen cultos nocivos para el desarrollo humano!). Es necesario proponer una respuesta más convincente y contundente por cada respuesta falsa se deseche. De algún modo, aunque evitar este descarrilamiento de nuestra historia es lo más urgente, tal vez la solución no pueda ser obtenida directamente, sino como resultado de atacar el siguiente problema: ofrecer una respuesta honesta, práctica y trascendente para el anhelo espiritual de nuestra especie.

III.2 Nuestro papel como individuos

Seguramente pensar en un proyecto de alcance mundial, un proyecto sobre el destino de la humanidad suena megalomaniático, ambicioso. Podría pensarse que si ni siquiera como individuos podemos controlar nuestros sentimientos y estados de ánimo, menos podemos aspirar a hacer algo respecto a la humanidad. Yo no creo que sea así, yo no creo que debamos esperar a poder cambiar nosotros mismos para cambiar el mundo, considero que ambos procesos se deben dar a la par: simultánea y continuamente. Hasta éste momento de la historia el consciente colectivo ha sido solamente una voz difusa, indefinida, que aparece muy de vez en vez por breves instantes. Tal vez llegue el momento en que sea tan clara como la voz individual. Tal vez ya sea así, y nos hace falta saber escucharla.

III.3 Unificación de credos

En 1927 Hesse afirmaba que aún el hombre más simple necesita encontrar un sentido a su vida, y un significado a su muerte[24]. Que la salvaje variedad de supersticiones que él veía se debía a que cuando un hombre no encuentra esas respuestas, pierde su moral, se hunde en un profundo egoísmo y miedo a la muerte. Luego se pregunta si de esta enorme ola de credos y supersticiones, saldrá una nueva creencia única que nos dé nuevas certezas y orientaciones morales para esta nueva era. Postula que aún si este nuevo credo no es verdadero, al menos ayudaría a la gente a vivir, a no sólo sobrellevar su existencia, sino a elevarla y santificarla.

Aunque definí culto como cualquier manifestación del anhelo espiritual: religión, filosofía, superstición o doctrina ocultista, considero que solamente una religión puede tener la capacidad de convocatoria y autoridad moral para ser universal, y a la vez el rigor formal para cumplir el propósito en cuestión. ¿Hay actualmente una religión honesta, práctica y trascendente? Me parece evidente que tal religión no está entre nosotros, porque las iglesias ya no tienen la universalidad ni autoridad moral para fungir de guía, dictar códigos morales; ni el poder de convocatoria para evitar que la gente busque supersticiones para “complementar su dieta espiritual”. Imaginemos por un momento que tuviéramos entonces dos opciones: crear una nueva, o reestructurar una(s) previa(s).

Crear un nuevo culto, en particular una religión, no puede ser llevado a cabo a voluntad, no es un proyecto que pueda ser resuelto mediante un esfuerzo sistemático. Ciertamente es necesario un trabajo metódico para darle solidez y coherencia, pero si pretendemos ubicarla en las regiones del hombre que están fuera del juicio de la razón, no podemos utilizar únicamente las herramientas de la razón para construirla, hace falta cierta la inspiración, un toque de fuego. Repitiendo la cita de Campbell de unas páginas atrás refiriéndose a los mitos: “Sólo el accidente de la experiencia y los símbolos de un mito viviente pueden descubrirlo y apoyarlo; pero tales signos no pueden inventarse. Se encuentran. Entonces funcionan por sí mismos.” Claro, si despuntando el siglo XXI aparece una figura del peso de Mahoma o Cristo, las consecuencias sociales serían muy, muy interesantes.

En fin, no creo probable que tal cosa vaya a suceder, o al menos no podemos confiarnos en ello. Imaginemos por un momento la segunda opción: una reestructuración y renovación de las religiones existentes. Teóricamente es posible que satisfagan completamente las necesidades místicas de la especie, apoyen su desarrollo hacia un destino y no incluya lineamientos nocivos, como por ejemplo los 12 mencionados arriba.

Para unificar todas las religiones del mundo en una sola, necesitaríamos una certificación divina de la veracidad de tal culto, y por lo tanto de la invalidez de los demás, y de nuevo no podemos apostar a que tal cosa va a suceder. No creo que sea posible unificar todas las creencias en una sola. De ser posible no creo que fuera útil, es más, ni siquiera creo que sea deseable. No sería saludable para nosotros como especie puesto que una fe única fácilmente puede tornarse coercitiva, totalitaria. Además una fe para ser suficientemente universal que no pudiera ser rechazada por ninguna nación tendría que limitarse a las características comunes de todos los pueblos, y eso la haría tan ambigua que dejaría sin cubrir gran parte de las necesidades que una fe debe satisfacer.

A lo más que se podría llegar en éste sentido es buscar un acercamiento entre las principales iglesias, con tolerancia y autocrítica despojar de cada culto todas las características que lo hacen parcialmente nocivo o inútil. Pero más que nada, esta unión entre las religiones debe unificar las metas comunes del espíritu humano, esos 10 objetivos no escritos a partir de los cuales cada religión desarrollará sus mandamientos.

Digamos que se forman varios contingentes: teólogos, filósofos, santones, curanderos, gurus, lamas, sacerdotes, etc. ¿Quién coordinaría los trabajos, el Papa, el Dalai Lama, el Cha?, se tendría que buscar a alguien neutral gnóstico o ateo, tal vez algún premio nobel de paz, o un diplomático reconocido. Si no, la coordinación tendría que dejarse a un comité de múltiples creencias elegido democráticamente (cámara senatorial – espiritual). ¿Dónde se desarrollarían, y cuál sería el plan de trabajo?. Quizá la primera reunión tendría que ser únicamente para definir la agenda, invitados y los lugares de las siguientes sesiones. Prácticamente todas las naciones se enfocan en un solo lugar cada pocos años, en los juegos olímpicos y los mundiales de otros deportes, ¿porqué no hacerlo 1 vez cada 15 años para planear el destino del espíritu humano?. Si este sueño guajiro de reunir 100 o 200 líderes espirituales trabajando por una doctrina, si no unificador, al menos común, el resultado sería cualquier cosa, menos intrascendente. La logística de este hipotético evento podría ser un fascinante tema de tesis para un grupo de filósofos, sociólogos, psicólogos, antropólogos, teólogos, especialistas en derecho internacional e historiadores. ¿Quién sabe?, tal vez teniendo la agenda lista alguien se decida a enviar las invitaciones y se podría concretar tan descabellado proyecto.

¿Este “concilio espiritual” tendrá la autoridad moral combinada de las iglesias participantes?. ¿Será desacreditado por las mayorías que lo consideren obra del hombre y que consideren sacrílego modificar los dogmas de cada iglesia que aparecieron por iluminación divina?. Se necesita entonces un evento detonador, un elemento catártico, el momento es claro: el inicio del milenio. Pero qué es ese algo que unifique la atención de la humanidad, habría que pensar entonces en cuál sería ese foro donde se anuncia la nueva era del hombre.

Había dicho que un proyecto así no sería útil, y diré porqué: La práctica religiosa de la mayor parte de la humanidad está relacionada con el cuerpo teórico de su religión de una manera muy vaga y remota. Ejemplos se esto sobran, la inquisición, el KKK, la represión a las mujeres en la sociedad musulmánica, la corrupción en los países budistas, y un largo y lamentable etcétera. En general cualquier hombre puede actuar de una manera completamente contraria a los principios de su religión sin encontrar o importarle la contradicción. El credo más perfecto podría tener seguidores perversos, el más endeble podría tener seguidores armoniosos: el afán místico es constante en la sociedad, la coherencia no. Por ello, constituir un cuerpo doctrinario unificado no serviría de absolutamente nada, porque no cambiaría las acciones de los hombres, se queda como un juego mental.

Citando de nuevo a Fromm, hace notar que en el paraíso según el antiguo testamento, habrá paz y armonía “Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su Dios”[25]. Textualmente: “Cuando se hayan establecido la paz y la libertad respecto del miedo, importará poco cuáles son los conceptos que emplea la humanidad para dar expresión a sus fines y valores supremos”[26]. La diferencia es que yo creo que depende de la manera en que canalicemos nuestro afán místico el hecho de que hagamos el paraíso o no.

III.4 Sin conclusiones

En caso de haber un cambio, hay que recordar que no se dará de un día para otro, ni será irreversible: cada ser humano nace con la consciencia en blanco, por lo que el proceso histórico estará lleno de pasos atrás. Tal vez habrá nuevos cultos (o modificaciones de los anteriores) suficientemente atractivos como para que en su mayoría la población no elija respuestas falsas. Ojalá sean suficientemente robustos y flexibles para permitir que haya radicales que lo malinterpreten y elementos que rechacen de plano afiliarse a cualquier propuesta sin perder el rumbo del destino trazado. Recordar la analogía de Asimov entre los individuos dentro de una sociedad y las moléculas de un gas.

El hombre moderno está buscando su esencia, busca reunirse con su elusiva alma. Tal vez mediante el éxtasis místico (o como Descartes, mediante el razonamiento) podamos por un momento sentir, atisbar esa alma humana (o alma universal), pero eso no es suficiente, necesitamos tocarla, entenderla, usarla para hacer trascender la humanidad, y de ser el caso, para integrarnos con nuestro creador.

Nos queda un largo milenio por delante.



[1] ¿Porqué digo que es un posible destino sublime de la humanidad? Porque no podemos asegurar que el destino de la humanidad sea sublime, grotesco, o gris. Es más, ni siquiera podemos asegurar que la humanidad tenga un destino. Dado que no hay nada escrito al respecto, tenemos la capacidad de elegir: ¡Declaremos entonces que habrá un destino para la humanidad, que éste será trascendente y sublime!

[2] Le nombro “alma humana” porque es la expresión que más claramente expresa el concepto, si el lector desea puede complicarse la existencia buscando expresiones como “consciencia” y similares.

[3] Irene Nicholson. Mexican and central American mythology. Editorial Paul Hamlyn. Verona 1968 Pág. 13.

[4] “Si el hombre no tuviera su locura, no tendría nada para protegerse de la realidad. ¿Y quién soportaría eso?” Lawrence Durrell. Monsieur (or the Prince of Darkness). Faber & Faber. London 1974.

[5] Esther Cohen. En qué creen los que no creen. Editorial Taurus.

[6] Gran parte de la fascinación producida por los absolutos, es que siempre hay mucho más de lo que podemos ver, mucho más de lo que podemos comprender. Albergan al infinito dentro de su piel.

[7] Parado frente al océano Nandino exclama: “Adentro de mi piel está tu orilla...” Elías Nandino. Conversaciones con el mar. Editorial Delegación Cuahutémoc.

[8] Sería lamentable en extremo que los cristianos interpretaran esta sublime reverencia hacia el insinuado infinito diciendo que se trata de una premonición del rey azteca sobre la nueva religión que vendría con los españoles años después: Esa sangrienta e intolerante versión del catolicismo con la que los españoles perpetraron el genocidio y saqueo de una cultura, de todo un continente.

[9] Olaf Stapledon. Hacedor de estrellas. Editorial Minotauro. México 1991.

[10] Otra aproximación del fenómeno está en el siguiente párrafo:

“How does one believe in things that are obviously false?” she asked, half in malice, half genuinely desirous of learning a valuable secret. “By living,” the mouse answered. “If you live in the right way, all these things turn out to be obviously true”. Tal vez la explicación esté en el simple hecho de que la experiencia prevalece sobre la razón, parece siempre más real, por engañosa que pueda ser. Aldous Huxley. Eyeless in Gaza. Carroll & Graft. NY 1989.

[11] Al hablar de un paciente psiquiátrico al que un médico intentó despojar de sus mitos (fantasías de mundos y personajes imaginarios), Rollo May dice: “Se comportó como un ser humano cuya humanidad hubiera sido destruida. Y eso era literalmente lo que había sucedido. Se habían llevado su alma –definida como la función más intima y fundamental de la consciencia- y ya no le quedaba nada a lo que agarrarse”. Rollo May. La necesidad del mito. Editorial Paidós. Colección Paidós contextos. España 1992. Pág. 21

[12] A.D. Sujov Las raíces de la religión. Editorial Grijalbo.

[13] A su favor está que aún la conducta hereditaria (“memoria de especie”) en algún momento de la historia fue originada por algo externo. Sin embargo no puedo estar de acuerdo con él porque automáticamente niega todo elemento divino o inmortal en el ser humano; y es imposible descartar eso debido a que no hay evidencias que lo nieguen, afortunadamente. (El hecho de que tampoco haya evidencias que lo confirmen no puede ser considerado desafortunado por los creyentes, ya que el creer no requiere comprobaciones).

[14] “El ateísmo también es una religión en el sentido que se basa en la creencia antes bien que en la prueba científica” Paul Hutchinson. Las grandes religiones del mundo. Libros Time Life. 1967. Pág. 13

[15] No se debe pensar en el fanatismo únicamente como el extremo del afán místico. Hay que recordar que el fanatismo se puede manifestar en gran cantidad de impulsos que no tienen nada que ver con lo sobrenatural, como el racismo y el nacionalismo.

[16] Aunque pueda haber estado involucrado.

[17] “El hombre es inseguro; su conocimiento es fragmentario. En su inseguridad busca absolutos que prometen seguridad, a los que puede seguir, con los cuales puede identificarse. ¿Puede arreglárselas sin tales absolutos? ¿no consiste la cuestión en elegir entre mejores y peores absolutos, es decir, entre absolutos que ayudan a su desarrollo, y los que lo impiden? ¿No es cuestión de elegir entre Dios y los ídolos?” Erich Fromm Y seréis como dioses Editorial Paidós. México 1997. pag. 72

[18] Habrá quien diga que el éxtasis místico es la voz del infinito eterno que vive en nuestro cuerpo cuando reconoce al infinito eterno que está afuera de él, del cual forma parte.

[19] “¿Existe realmente tanta diferencia como pensamos entre los sacrificios humanos que ofrecían los aztecas a sus dioses y los modernos sacrificios humanos que se ofrecen en la guerra a los ídolos del nacionalismo y el estado soberano?”. Erich Fromm. Y seréis como dioses. Editorial Paidós. México 1997. pág 48.

[20] Herman Hesse. Our age’s yearning for a philosophy of life. My belief. Editorial Farrar, Straus and Giroux.

[21] Concepto tomado de la novela Dune, de Frank Herbert.

[22] Joseph Campbell. Las Máscaras de Dios: Mitología Occidental. Alianza Editorial. Madrid 1992.

[23] Creo que es bastante claro el riesgo de los “hombres de mito” que elige un pueblo, pongo por ejemplo la Alemania nazi... y vaya que hay muchos otros.

[24] Herman Hesse “Our age’s Yearning for a philosophy of life”. Farrar, Straus and Giroux.

[25] Miqueas. 4:5

[26] Erich Fromm Y seréis como dioses Paidós. México 1997 pág 116